Morgan, el tití que vestía de color naranja, blanco y gris, vivía su vida tranquila de árbol en árbol. Convivía con el ser humano, desde que fue hallado con su hermanito muerto y su ojo lastimado que lo asemejaba a un pirata (producto seguramente del ataque de un depredador que además lo dejó huérfano).
Gracias a su habilidad, que fue desarrollando día a día, logró robarse el amor de las personas y alejarse cada vez más de la selva que lo vio nacer.
Luego de algunos años de compartir con nuestra familia adquirió ciertas mañas como meterse a la cocina, destapar las ollas, robarse la carne, probar primero la comida de todos y tomar cerveza con pitillo hasta emborracharse. Quería comportarse como un hombre, pero no lo lograba con tanta travesura. Fue por esto que, invitado por nosotros, buscó volver a la selva a sobrevivir.
Como muchas veces, pasó una manada de sus congéneres. Morgan alzó la mirada y escuchó aquel chillido, el cual nunca olvidó. Observó atento el pasar de los micos, se fue acercando tímidamente, pero una vez más, fue rechazado por el macho alfa quien cuidaba sigilosamente de todas las hembras.
Morgan no se dio por vencido, continuó su camino pese al rechazo, con su mirada fija en la manada, dispuesto a morir o a sobrevivir. Sabía lo que le podía pasar si continuaba aquella ruta, sin embargo, prosiguió.
El macho de esa manada siguió su camino, no se percató de que atrás quedaba una hembra, quien miraba a Morgan con ternura, no le era indiferente, pareciera como si alguna vez hubiesen compartido.
Morgan se sintió seguro de proseguir su camino, apresuró su paso tras la hembra tití mientras la manada continuaba su marcha a metros de distancia.
Un poco alejada de la manada, la pareja de titís cruzó la quebrada hasta llegar a la cueva que desde entonces lleva su nombre: Morgan. Ahí se detuvieron y danzaron juntos de bejuco en bejuco, jugaron por las ramas sin darse cuenta que la manada se había alejado.
Luego de un largo rato su camino se hizo dulce y tranquilo. Morgan miró hacia atrás, despidiéndose de un pasado que casi lo convierte en humano, pero finalmente rescató su real vivencia regresando a la selva para ser feliz.
FIN.
María Y. Giraldo Sánchez
Tú, amigo lector, ven a disfrutar este paraíso, contribuye con su conservación y tal vez puedas escuchar y ver a los descendientes de Morgan saltar felices de rama en rama. Últimos integrantes de una hermosa, ágil, inteligente y valiente especie en extinción.